Durante los días siguientes a la infección, el primer síntoma que aparece es la fiebre, que puede durar sólo unos días para reaparecer en un segundo brote más prolongado que se acompaña de otros síntomas.
Forma leve
Muchos perros poseen una inmunidad parcial proporcionada por la madre o residual de vacunas pasadas a las que no siguieron las dosis de recuerdo pertinentes, y pueden manifestar únicamente un ligero malestar, con lagrimeo, mucosidad y algo de tos. Son estos perros los que tienen más posibilidades de contagiar la enfermedad con toda su virulencia a otros perros mal vacunados o sin vacunar cercanos.
La enfermedad puede manifestarse en diferentes formas, que se explican a continuación
Forma respiratoria: cursa con un cuadro de respiración fatigosa, secreción nasal y tos. Es posible que exista una infección bacteriana secundaria.
Forma digestiva: consiste en una gastroenteritis, con vómitos y diarrea.
Forma cutánea: dermatitis, con un engrosamiento de la piel de la nariz y de las almohadillas de las patas. Esta forma puede estar asociada a síntomas del sistema nervioso central.
Formas nerviosas: (i) en forma de ataques súbitos (ii) o, durante el periodo de aparente recuperación, y de manera gradual y progresiva, el animal empieza a presentar espasmos musculares, que desembocan en la parálisis de las extremidades (“corea”). Este síntoma puede estar acompañado de una tos peculiar (tos “sibilante”, con silbidos) producto de las lesiones nerviosas. En esta forma, la enfermedad inicial suele pasar desapercibida.
Forma ocular: En ella aparecen signos de conjuntivitis (lagrimeo).
Es posible que un perro sufra simultáneamente una infección por el virus del moquillo y por el de la hepatitis viral canina.